“No creo que haya un único sitio donde pueda ser feliz”
¿Qué hace una chica de Barcelona viajando sola por Singapur, Nueva Zelanda, Australia y las islas Fiji? ¿Y cruzando en transmongoliano la estepa rusa hasta llegar al sudeste asiático? Hay viajes que empiezan y que tienen una fecha final pero que en realidad nunca terminan. Ésta es su historia…
La idea de dar una vuelta al mundo empieza en Edimburgo. ¿Qué hacías allí?
Cuando acabé la carrera de Derecho en Barcelona me di cuenta de que eso no era lo que quería hacer. No quería esa vida de oficina de lunes a viernes. No quería tener la rutina de saber lo que harás el mes que viene porque sabes que estarás exactamente en el mismo sitio que hoy. Quería algo más.
Me puse a trabajar unos meses para ahorrar y con ese dinero, y una ayuda que me dieron mis padres, pude irme a Edimburgo para estudiar inglés durante 3 meses… que acabaron convirtiéndose en 3 años y medio, un piso compartido con amigos, y un trabajo a jornada completa como encargada del único Zara que hay en la ciudad. La vida era increíble. Estaba donde quería estar, haciendo lo que quería hacer.
Y de repente decidiste cambiarlo todo por un viaje…
Cuando estás en Reino Unido te das cuenta de que allí tienen otra mentalidad. La mayoría de jóvenes de entre 17-18 años hacen un viaje sabático durante un año justo al acabar el instituto (Nota: “Gap Year”) y una vez que han vivido toda esa experiencia van a la Universidad. Esa idea me gustaba muchísimo. En España lo habitual es acabar los estudios y empezar a trabajar. Así que si ellos podían hacerlo, yo también aunque ya no tuviera 17 años. Me propuse ahorrar parte de mi sueldo cada mes (500 libras) y me dije a mi misma que cuando llegara a las 10.000 libras, me iría de viaje por el mundo. Sola o acompañada, eso era lo de menos. La cuestión era viajar.
La decisión estaba tomada. ¿Cuándo empieza tu viaje?
En enero del 2011, con algo más de 10.000 libras en la cuenta, como he comentado antes. De ese dinero apenas me quedarían un par de cientos 13 meses más tarde. Pero la experiencia valió la pena. Tengo claro que una vez que una vez que empiezas es casi imposible parar. Siempre quieres viajar más.
Compraste un billete de la vuelta al mundo. ¿Cómo funciona? ¿Recomiendas comprarlo?
Al principio no tenía muy claro cómo materializar mi idea. En parte, porque he de confesar que también tenía algo de miedo (aunque no lo dijera). No estaba en mi mejor momento, mi padre acababa de morir de cáncer. Mi familia pensaba que me había vuelto loca. ¿Cómo iba a irme yo por el mundo? Así, sin más, sin saber dónde dormir ni qué hacer. Pero sobre todo eso, ¿cómo iba a hacer una vuelta al mundo SOLA?
Fui a la agencia STA Travel especializada en este tipo de viajes y compré un ‘Round the World Ticket’, un billete para dar la vuelta al mundo que te permite hacer un determinado número de vuelos con fechas y destinos predeterminados pero sobre los que siempre puedes hacer cambios en caso de que decidas alargar o acortar cualquier estancia. Por todos mis vuelos de avión (Londres- Singapur-Australia-Nueva Zelanda-Islas Fiji-Canadá y vuelta a Londres) pagué unos 2.000 euros. Es una opción muy recomendable.
Singapur, Australia, Nueva Zelanda, Islas Fiji, Canadá… ¿Qué país te sorprendió más y por qué?
¡Uff! No lo sé…Creo que una de las cosas que más me impactó fue ver lo felices que eran todos en las Fiji. La gente vive en pueblos muy pequeños situados en las islas con pocos recursos pero son felices. Realmente no necesitan mucho más para estar bien y sonreír. Es tan diferente a la sociedad consumista y de ‘quiero más, necesito más’ a la que estaba acostumbrada, que me impactó bastante. La honestidad y el trato eran genuinos, no eran simulados.
Todo esos dichos y tópicos de que hay que valorar más a la familia o que las cosas que no se compran con dinero empiezas a entenderlo cuando viajas.
Ves que otros no tienen la suerte que has tenido tu y la única diferencia es haber nacido en otro país.
¿Qué hiciste durante este viaje que nunca te hubieras imaginado que podías hacer?
Para empezar, ¡viajar sola! Nunca creí que sería capaz de hacerlo. También hice puenting y el día de mi cumpleaños, que me pilló por Nueva Zelanda, me auto-regalé un salto en paracaídas. Eso es sin duda el mejor regalo que me he hecho jamás. Pasé muchos nervios cuando vi que el avión iba subiendo, pero tras saltar el subidón fue brutal. Creo que todo el mundo debería saltar de un avión, ¡al menos una vez en la vida!
¿Cómo valoras la experiencia de viajar sola? ¿Qué aprendiste de la experiencia?
Aprendí que soy más fuerte de lo que pensaba y más débil a la vez. Que prefiero estar acompañada a estar sola. Que viajar para mí es una forma de vida y que lloro mucho más de lo que pensaba. ¡Que me encanta la comida asiática!
Que no debes juzgar nunca a nadie, porque cada uno está luchando contra sus propias batallas. Y que si quiero, puedo. También que huir es a veces mi forma de superar un golpe… A los 3 años de estar viviendo en Edimburgo viviendo mi vida de ensueño, me llamaron desde Barcelona: algo no iba bien. Cuatro meses más tarde mi padre murió. Creo eso me hizo acelerar la idea de la vuelta al mundo porque no estaba lista para volver a mi “rutina” escocesa. Necesitaba tiempo para estar conmigo misma y pensé que viajar me ayudaría.
¿Te ayudó a superarlo?
Mucho, aunque en momentos así ni siquiera tú sabes lo que quieres. Puede que sin esa pérdida hubiese disfrutado mucho más del hecho de viajar en soledad, porque me habría sentido mejor por dentro. Por eso pienso que hay que muy estar seguro de querer viajar sin compañía. No todo es perfecto, también hay momentos bastante duros, como cuando tienes ganas de hablar con alguien y no tienes con quién…Pero creo que si eliges a la persona correcta con quién viajar, entonces viajar acompañada es mucho mejor. Siempre es mas fácil si tienes a alguien de tu lado.
De hecho tu vuelta al mundo no acabó en Canadá, si no que tras estos 13 meses decidiste continuar el viaje… pero esta vez acompañada.
Cuando se acabó mi viaje, me quede con ganas de más. Todo el mundo me recomendaba visitar el sudeste asiático y me animé. Volvía a Edimburgo, donde había alguien esperándome, y le propuse viajar conmigo. Me dijo que sí a cambio de hacer también el Transmongoliano, el tren que recorre la ruta del té desde Rusia hasta Mongolia.
Cruzar toda Rusia en en es una gran aventura ¿Recomiendas la experiencia?
¡Ya lo creo! Comprar un billete podía llevarte un buen rato porque era muy difícil entendernos con los rusos, no hablaban inglés. Pero la experiencia es totalmente recomendable. De hecho, queremos volver a hacerla pero en invierno, para verlo todo nevado. Hace más de 3 años que estudio ruso y volver puede ser una oportunidad para poner en práctica mis conocimientos.
Cuéntanos alguna anécdota durante el transmongoliano.
Viajar en tren con decenas de personas y con un solo lavabo es cuanto menos… interesante. Respecto al trayecto, no se hace tan pesado porque siempre vas intentando comunicarte con otras personas.
Recuerdo que segundo día estaba caminando por el tren cuando me paró un chico ruso de unos 30 años y con cuerpo de jugador de rugby. Me empezó a hablar pero yo no le entendía, así que al cabo de un rato volví a mi sitio. Dos horas después volvió a aparecer, pero esta vez acompañado de tres chicos muy musculados también y se sentaron a mi lado. Yo compartía coche-cama (vagón con literas) con un chino, Javi (mi pareja, que dormía en la litera de arriba) y un chico de Kazajistán llamado Rashid. En ese momento estábamos sólo Rashid y yo cuando llegaron los rusos. Él hablaba ruso perfectamente. Yo no entendía nada pero sabía que sabía que estaban hablando de mí. La situación se estaba poniendo algo incómoda.
¿Y qué pasó?
Al final los chicos se fueron, pero Rashid nos comunicó de la mejor manera que pudo que la situación no tenía muy buena pinta y que no le gustaban esos chicos. Nos hizo guardar las mochilas en la parte de debajo de las literas (había un compartimento cerrado) en vez de dejarlas en las repisas abiertas ubicadas en la parte superior. Fue entonces cuando sacó una navaja del bolsillo, la típica mariposa, y nos dijo que nos nos preocupáramos, que él nos cubría si pasaba algo. Yo estaba alucinando.
Glups…
En cada parada que hacía el tren, los rusos salían a fumar y se ponían a la altura de mi ventana para que me quedara claro que seguían allí. Pasó la noche y al despertar Rashid nos explicó que los chicos habían entrado y que palparon las estanterías de arriba con la intención de robarnos las mochilas. Pero que al no haber nada, se fueron con las manos vacías. A media mañana se bajaron en una estación y ya no volvieron a subir. Me sentí muy aliviada. Desde entonces, tengo un nuevo súper amigo en Kazajistán.
Seguisteis viajando por Mongolia, China, Laos y Tailandia durante 100 días ¿Qué te sorprendió esta vez?
En Mongolia viven en gerts y son nómadas, lo que significa que no están mucho tiempo en ningún lugar. Son autosuficientes. Tienen caballos y camellos y ellos mismo hacen su propia comida y sus ropas. Son gente muy hospitalaria. Trabajan muy duro y cada vez van quedando menos nómadas…
También me sorprendió ver que en Tailandia la gente vive en la recepción de sus hoteles, literalmente. Tiran un colchón en el suelo de la misma puerta y allí duermen para poder conseguir a más huéspedes durante día y noche. No me imagino eso pasando en España. Pero a pesar de que vez que sus condiciones de vida son mil veces más duras que las tuyas, tampoco los ves quejarse. Supongo que es a lo que están acostumbrados desde pequeños pero te hace plantearte muchas cosas y el estilo de vida que llevas.
Por esas cosas viajar por Asia es mucho más barato…
La primera mitad de mi viaje fue carísima (Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Fiji, Canadá) y no pude hacer todo lo que quería porque tenía que elegir para que el dinero me durara hasta el final. Pero los 100 días que estuve por Estonia, Rusia y el sudeste asiático (Mongolia, China, Laos, Tailandia) me compensaron más porque allí puedes viajar, dormir, comer y visitar por menos de 1000€ al mes.
Tras 100 días volviste a Barcelona pero ya no eras la misma
Amo Barcelona pero allí todo sigue igual que siempre. Y yo ya no soy la misma chica que se fue en 2007. Cuando vuelvo siento que ese ya no es mi lugar, al menos por ahora. No estoy lista para volver allí y seguir viviendo la misma vida rutinaria que todo el mundo hace a pesar de que echo de menos a rabiar a mi familia y a mis amigos. Pero simplemente, ellos deciden sus vidas y yo decido la mía.
Hace 3 años que vives en Nueva Zelanda. ¿Qué es lo mejor del país?
Lo mejor del país es lo segura que me siento. No hay mucha criminalidad y la gente vive muy relajada, sin apenas estrés. Cada uno vive su vida y la gente apenas te juzga.
Tras tantos viajes, ¿has encontrado por fin tu sitio?
Viajar me ha hecho ver que no tengo ‘un’ sitio. Mi sitio es cualquiera donde me siento a gusto. Ahora es Nueva Zelanda, pero antes fueron Edimburgo o Barcelona, y cualquiera de las ciudades que he visitado desde que empecé. No creo que haya un único sitio donde pueda ser feliz.