Lo ponía en todas las guías y muchos blogs han hablado de ello antes. Pero cuando entramos al interior de la cueva de Saddan no sabíamos qué implicada realmente.
Llegamos a Hpa-an casi de improviso tras decidir explorar un poco el sur de Mynamar. Necesitamos casi 16 horas de autobús para recorrer de noche el trayecto Kalaw-Hpa-an. Casi sin tiempo para descansar, empalmamos el bus nocturno con un tour de un día por los alrededores de Hpa-an. En esta zona se pueden visitar varias cuevas sagradas y otras curiosidades como un jardín con más de un centenar de estatuas de Buda.
Cómo llegar a la cueva de Saddan
Hay dos maneras de explorar Saddan y sus alrededores. Muchos viajeros optan por llegar en una de las motocicletas que se pueden alquilar en los hostales de Hpa-an. Otra buena opción consiste en hacer una excursión de un día en tuk-tuk con un conductor por unos 15.000 kyats por persona (10€). En nuestro caso, decidimos hacerla en tuk-tuk porque apenas tenemos experiencia en moto.
En Mochileros de viaje sólo recomendamos la opción de la motocicleta por los alrededores de Hpa-an si tenéis mucha experiencia en moto. De lo contrario, os será muy difícil conducir por allí puesto que las carreteras están muy mal asfaltadas y en muchos tramos hay que conducir sobre barro y baches. Fue una de las zonas del país en la que vimos que las carreteras estaban en peor estado.
Explorando el interior de la cueva de Saddan
Saddan es la cueva más grande de los alrededores de Hpa-an. Como en muchas otras, el interior se ha habilitado como un lugar de peregrinaje y oración en honor de Buda.
Para acceder es necesario descalzarse y subir las empinadas escaleras que conducen hasta la entrada de la cueva. No es necesario pagar entrada, pero sí que es recomendable hacer una donación de unos 2.000 kyats y dejar el dinero en uno de los cestos custodiados por un monje.
Hay que tener en cuenta que si llueve fuerte no es muy recomendable entrar en el interior porque puede inundarse rápidamente. En nuestro caso, aquél día todavía no había llovido y nos atrevimos a entrar. Como hemos dicho, la cueva es una de las más grandes de la zona. Al entrar vimos alineadas varias figuras de monjes vistiendo túnicas doradas y portando el típico bol de ofrendas.
Un poco más hacia el interior hay una gran figura de un Buda recostado en la postura del Nirvana, pintado en color dorado y adornado con varias luces de colores que se encienden y se apagan de forma intermitente (un poco como en una feria, la verdad).
Hasta ese momento estábamos completamente solos en el interior de la cueva. Se escuchaban las gotas de agua filtrarse y caer al suelo, pero poco más. El espacio principal es bastante impresionante. Las paredes son bastante altas, así que en ningún momento da sensación de agobio.
A la izquierda de la figura de Buda hay un camino bastante amplio que sube un poco y que se adentra hacia el interior de la cueva. Por curiosidad decidimos explorarlo y empezamos una de las aventuras más excitantes del viaje por Myanmar.
Bajo miles de murciélagos
Como hemos dicho, para adentrarse en la cueva hay que seguir un camino que hay a la izquierda de la gran estatua dorada de Buda. Nos costó un poco subirlo porque íbamos descalzos y estábamos caminando sobre barro mojado.
Sin haber leído nada antes acerca de la cueva fue una decisión imprudente por nuestra parte: no sabíamos que se podía explorar la cueva, no teníamos linterna y el suelo estaba realmente resbaladizo. A oscuras puede ser muy difícil explorar una cueva, aunque Saddan en particular tiene algunos tramos con luz.
Tras caminar unos metros vimos a un chico con una linterna y chancletas (dato importante) que nos indicó que los siguiéramos. Le hicimos caso y durante casi 20 minutos nos estuvo guiando por el interior sin saber muy buen hacia dónde íbamos.
Cruzamos charcos y zonas rocosas de difícil acceso. Además, cada vez estaba más claro que no estábamos solos. Sobre nuestras cabezas había miles de murciélagos volando y chillando. El chico cada vez iba más rápido gracias a sus chancletas y nos dejó un poco atrás, así que tuvimos que usar nuestros teléfonos como linternas.
Aquello cada vez se ponía más inquietante. Llegamos hasta una zona en la que hay un gran puente de madera totalmente manchado de cagadas de murciélagos y sobre el mismo la mayor concentración de estos mamíferos de la cueva. El chico cruzó rápidamente y nosotros nos detuvimos ante el puente iluminado para decidir si dábamos marcha atrás o seguíamos.
Volver implicaba recorrer sobre nuestros pasos el camino hecho a mayor oscuridad, puesto que estábamos seguros de que el chico no nos iba a acompañar. Por otra parte, seguir hacia adelante suponía confiar en que aquél desconocido nos guiaría hacia algún tipo de salida.
Tras una complicada deliberación decidimos cruzar el punte con más miedo y asco que otra cosa, la verdad.
Al otro lado vimos una gran roca formada por estalagmitas con curiosa formas. Fue allí cuando finalmente vimos la salida hacia el exterior exterior. No sentimos aliviados. Pero lo mejor estaba por llegar.
A la salida de la cueva: uno de los mejores paisajes de Myanmar
Dejamos Saddan atrás y vimos frente a nosotros un paisaje que nunca olvidaremos: Una bahía tranquila, rodeada de montañas y un gran lago calmado con nenúfares sobre el agua. Se trata de un lugar bellísimo que compensaba toda la incertidumbre que habíamos pasado en el interior de la cueva.
No sabíamos exactamente dónde estábamos ni cómo podíamos volver a la entrada principal para reencontrarnos con el conductor del tuk-tuk, pero el lugar era precioso.
El chico se sentó al lado de una mujer mayor que estaba recostada a la salida de la cueva y nos indicó con gestos que para salir de allí teníamos que pagar 6.000 kyats a la señora para que nos llevara en la única barca que había por allí (suponíamos que hasta la entrada). Intentamos regatear inútilmente (ella era nuestra única opción de volver) y al final nos subimos en la barca de madera.
De perdidos al río.
El camino de vuelta fue realmente espectacular. Navegamos durante casi media hora entre peñascos y vegetación selvática. No es un lugar que cubra demasiado, así que en ese sentido nos sentimos seguros.
Poco a pocos fuimos descubriendo un paisaje realmente bucólico, lo más parecido al Shangri-la inexplorado que todo viajero busca en Asia. Se nos cruzaron algunas otras barcas de pescadores, pero no vimos a ningún otro turista.
Tras navegar casi 30 minutos vimos de nuevo el acceso principal de la cueva. Nos despedimos agradecidos de la señora y nos reencontramos con nuestro conductor al que le explicamos, todavía un poco en shock, toda nuestra experiencia.
¿Recomendarías la experiencia?
Una vez llegamos al hotel fuimos leyendo más sobre Saddan. Se trata de una ruta conocida por los turistas y por eso tras la salida de la cueva hay una señora en barca que se encarga de llevar a la gente de nuevo a la entrada. El camino de la cueva se hace difícil porque el suelo resbala, pero el acceso es bastante amplio y no se estrecha demasiado en ningún tramo.
Descubrirlo por sorpresa e intuición elevó la experiencia en una aventura que nunca olvidaremos. Pero aunque conozcas de antemano qué hay al final la experiencia seguro que no te decepcionará.