Volver a las Las Ramblas, reencontrarnos con el modernismo, redescubrir los barrios. La Barcelona para sus habitantes ha sido una de las obligaciones más agradables de esta pandemia si exceptuamos los efectos negativos que ha supuesto para el sector turístico y hotelero de la ciudad.
Nunca había paseado tanto por mi ciudad como en estos días de pandemia. Del Poblenou a la Barceloneta, de Gràcia al Born, de Montjuïc a Plaça Catalunya y de primavera a invierno. Esas caminatas serán uno de los recuerdos de estos días de restricciones y cierres perimetrales. En estos meses me he reencontrando con una Barcelona dinámica, luchadora, agradable y con mar (sobre todo con mar). Redescubrirla me ha quitado incertidumbre y vacío en tardes en las que el virus se reactivaba, se añadían restricciones o se atrasaban las vacunas.
De esos callejeos por la ciudad de las baldosas del Panot (¡qué alegría pisarlas!) y de su apuesta cultural en estos tiempos de pandemia nacen estas 10 propuestas para redescubrir Barcelona (ahora) y siempre.
Gaudí también construyó en el Raval para su gran mecenas
Me ha pasado una y otra vez de viaje. Cuando alguien me preguntaba dónde vivía sólo bastaba con decir “Barcelona” para recibir siempre una sonrisa de admiración. De inmediato, la respuesta se ha repetido en las calles de Arequipa, los mercados de Navidad de Friburgo o las playas de Zanzíbar: “Messi”. Sólo hay un icono de la ciudad capaz de hacerle sombra al astro argentino y no es otro que Gaudí.
A media altura de bajada por Las Ramblas puedes visitar la primera obra del arquitecto para su gran mecenas en la ciudad: el Palau Güell. La burguesía se trasladó al Eixample de Ildefons Cerdà para construir en esas calles anchas y ordenadas sus grandes edificios de alto valor estético. Así que sorprende encontrar una obra de Gaudí entre las callejuelas estrechas y oscuras del Raval, pero era el lugar en el que la poderosa familia industrial de los Güell contaba con uno de sus terrenos (además del Parc Güell).
Todas las características y obsesiones arquitectónicas que posteriormente Gaudí desarrollaría más a fondo en otros edificios las encuentras en este palacete modernista: una espectacular fachada (que no se aprecia por la estrechez de las calles), la moderna azotea con suelo de líneas ondulantes y los conductos de ventilación reconvertidos en flores y guerreros.
La búsqueda de la luz (otra de las señas de Gaudí) se aprecia en el Salón Central, una gran estancia a modo de eje vertebrador abierta en la zona alta hasta las plantas superiores por donde sube una acústica excepcional hasta los tubos del órgano del salón y por donde baja la luz con efecto divino para alumbrar las estancias interiores y el propio salón.
Gaudí genuino. Por cierto, muy recomendable es la visita a la Casa Vicens, la primera casa que construyó Gaudí en Barcelona en el barrio de Gràcia.
El arte como refugio: regreso al arte románico y gótico catalán
En 1919 el marchante de arte norteamericano Ignasi Pollak y el equipo del restaurador italiano Franco Stefanoni llegaron al pueblo de Mur en la zona pirenaica del Pallars Jussà con un objetivo: comprar el pantocrátor que adornaba el interior de la iglesia románica del pueblo.
Dicho y hecho. Se la compraron al párroco por 7.500 pesetas, lo arrancaron del ábside de Santa María de Mur y lo transportaron en burro hasta Barcelona, donde el coleccionista Lluís Plandiura lo llevó a Nueva York y en 1921 lo vendió al museo de Bella Artes de Boston.
Aquella polémica compra provocó un punto de inflexión que impulsó la catalogación y la preservación de las obras de arte más relevantes del románico y el gótico catalán en el Pirineo que paradójicamente fueron también arrancadas para llevarlas al Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) en Montjuïc.
No exagero si os digo que se ha convertido en mi museo preferido en días de pandemia y que lo he visitado en más de una ocasión. Los martirios de los santos y las vírgenes sobre espectaculares retablos, frescos y tallas de madera en las salas del arte gótico y los ábsides con los coloridos frescos originales de las iglesias pirenaicas en la zona del románico han sido el mejor viaje cultural que he podido tener en época de pandemia.
Con estas obras de arte me he imaginado a los feligreses iletrados asombrados interpretando los frescos y el riguroso rictus de un Pantrocrátor vigilante antes los pecados y he viajado sin moverme a localidades del Pirineo como Taüll, Bohí o Esterri donde originalmente estaban estas pinturas.
No sólo son estas las únicas salas del MNAC (que son absolutamente maravillosas). También acogen en otros espacios obras del renacimiento, de los movimientos de finales del siglo XIX y de las vanguardias del siglo XX como el noucentisme, el modernismo e incluso del arte de la propaganda republicana en tiempos de Guerra Civil.
Un imprescindible en la ciudad.
Casa Amatller: la casa del chocolate en el Paseo de Gràcia
Gaudí no fue el único arquitecto del modernismo. Domènech i Montaner y Puig i Cadafalch también rivalizaron en encargos de la burguesía. Fruto de esa competencia se edificaron algunos de los edificios más simbólicos en el Paseo de Gràcia, en concreto entre las calles Aragón y Consell de Cent del Paseo, la también llamada “Manzana de la discordia”.
Allí una familia de industriales chocolateros decidió dejar un legado en forma de gran casa modernista encargada al experto en arte medieval y modernismo Puig i Cadafalch. Su bloque vecino años después no sería otro que la Casa Batlló, una de las obras más reputadas de Gaudí.
Antoni Amatller hizo fortuna renovando su sistema de producción de chocolate con ideas que observó en sus viajes a los grandes núcleos industriales de Europa y apostando por un packaging encargado a los mejores diseñadores de Art Noveau como Alfons Mucha que sus clientes coleccionaban. Su hija Teresa siguió el legado familiar como pionera. Nunca se casó, ni tuvo hijos y vivió en la Casa Amatller hasta su muerte en 1960.
La flor del almendro, que hace referencia al apellido Amatller (almendro en catalán), es la gran protagonista de este edificio popular reconocible por su fachada a modo de palacete medieval con el tejado escalonado. Busca la representación de la flor entre las baldosas del suelo, los mosaicos de las paredes, en los detalles del excepcional mobiliario original, o en las espectaculares habitaciones de Antoni y Teresa con vistas al Paseo.
Un detalle significativo: la columna de granito rosa en mitad del ventanal de la habitación de Teresa, puesta para ser vista desde el exterior como señal de poderío económico.
No es el único edificio relevante del Eixample que tiene una, así que puedes jugar a descubrirlas calle a calle.
Redescubrir el barrio, una necesidad en pandemia
No sólo he redescubierto Barcelona en pandemia. También sus barrios, desde los más populares como el Gótico o Gràcia a otros más discretos como Sant Andreu o el Clot. Cada uno tiene el suyo y el mío ha sido el Poblenou, el barrio de la otra Rambla.
Esa Rambla más auténtica arranca desde la Diagonal y acaba en la playa de la Nova Icària, la misma que en los primeros días del desconfinamiento se llenó de barceloneses con chándal dispuestos a estirar la piernas de forma un tanto masiva.
El Poblenou es “de barrio”, orgulloso de sus locales históricos como el Casino de l’Aliança al final de La Rambla o de la Hochtería el Tío Ché, una de las más clásicas de Barcelona con más de 100 años de historia. Otros iconos son más visibles: las chimeneas de ladrillo que recuerdan el auge del “Manchester catalán”, tal y como se conocía a esta zona llena de fábricas textiles a principios del siglo XX hasta que la Barcelona Olímpica decidió limpiarle la cara a esta zona gris de la ciudad.
Muchos de esos espacios industriales como la fábrica de Saladrigas, Ca l’Aranyó, Can Toni o Can Ricart se han reconvertido en equipamientos culturales para dinamizar el barrio. Uno de los más dinámicos es Palo Alto Market, que acoge el estudio del diseñador Javier Mariscal y que hasta antes de la pandemia organizaba mercadillos vintage matinales en fin de semana con mucho groove.
La ruta por el barrio puedes acabarla en el cementerio del Poblenou, uno de los más antiguos de la ciudad y que propone rutas históricas por su zona novecentista, o en la Torre de les Aigües del Besòs, un antiguo depósito de agua de la ciudad con esconde uno de los mejores miradores de la ciudad.
Puedes consulta la ruta completa por el Poblenou en este post.
Ruta street art: cuando el arte urbano también se hace eco de la emergencia sanitaria
El arte y la cultura son poderosas herramientas que pueden transformar los barrios, evitar la gentrificación y hacerlos espacios más interesantes para vivir. En el de La Sagrera, una antigua fábrica de adhesivos se ha reconvertido en un espacio autogestionado donde los artistas urbanos dejan su huella en forma de murales sobre los muros. Es la Nau Bostik y desde hace unos meses también ha reanudado sus mercadillos dominicales de ropa vintage.
Más graffitis y street art encontrarás de nuevo en el Poblenou, una zona todavía con muchas fábricas industriales semi-abandonadas cuyos muros son de los preferidos por los artistas street art de la ciudad. En estos días de pandemia han seguido expresado sus inquietudes artísticas, pero también con cierta reivindicación social fruto del momento.
Entre las calles Selva de Mar y Perú encontré un grafiti dedicado a una enfermera junto a otro que recuerda que otras luchas sanitarias también siguen. Es el homenaje a Pau Donés, uno de los grafitis que más se ha popularizado durante estos meses.
Esta zona de arte urbano es una de rutas de street art que promueve el Ayuntamiento de Barcelona para redescubrir los ciudad por medio de sus lugares más instagrameables. Te recuerdo que es arte efímero, así que el cambio es constante.
Hacer el turista por tu propia ciudad un día: sobrevolar el puerto en el aeri centenario
Tengo una amiga que siempre ha mantenido que un día se compraría una guía de Barcelona para descubrir cosas de su propia de ciudad. El Aeri del Port no es exactamente un secreto puesto que es muy visible desde cuaqluier punto de la zona marítima. Conecta por cable aéreo Montjuïc con la playa de la Barceloneta desde hace casi 100 años y de él cuelgan unas llamativas cabinas de color rojo.
Conozco a pocas personas que hayan subido quizás porque su precio (11€) está más bien dirigido a visitantes y el trayecto apenas dura unos 10 minutos. Pero si decidimos hacer de turistas por un día es una opción muy interesante (la otra es entrar en La Sagrada Familia). Las vistas sobre el Barrio Gótico y el puerto en su paso hacia la Barcelona son espectaculares si lo coges al atardecer.
El recorrido se puede hacer en las dos direcciones que une la línea desde el Mirador Miramar de Montjuïc (otro mirador muy recomendable, por cierto) y la Torre de San Sebastián en La Barceloneta. Las cabinas tienen una capacidad para unas 15-20 personas aunque su principal atractivo es la antigüedad, que si te gusta algo de emoción debo de decir que se mueven un poco.
La Barcelona romana y real en el barrio gótico
Una de mis primera salidas en el confinamiento municipal durante la segunda ola ha sido para volver al Museo de Historia de Barcelona (MUHBA) tras muchos años de mi primera visita.
Se asienta sobre los restos de la antigua Barcino y cuando lo visitas puedes verlos desde una plataforma que pasa por encima de esas antiguas calles y avenidas romanas y que llega hasta otra parte donde los muros crecen y toman el nombre de los oficios del medievo. Lo que mucha gente no sabe es que se encuentra bajo la Plaça del Rei, una de las más bonitas de la ciudad.
La última parte de la visita acaba en otro los lugares emblemáticos de la Barcelona medieval: el Saló del Tinell, uno de los tres edificios que componen el Palau Reial en la Plaça del Rei. En esta espectacular sala gótica de bellos arcos de medio punto se sitúa la entrevista entre Cristóbal Colón y los Reyes Católicos tras la llegada de Colón de su primer viaje a América en 1493 o el pacto de la conquista de Mallorca por parte de Jaume I.
Se trata de una sala muy amplia y elegante. Junto a ella, también es muy recomendable la Capilla de Santa Ágata, de una sola nave de estilo gótico y construida sobre una muralla romana. La salida del museo es la más bonita de la ciudad: por las populares escalinatas del palacio que dan a la Plaça Reial.
Ruta por los comercios emblemáticos de la ciudad
Contrarrestar al COVID nos ha llevado a regular la apertura (y el cierre) de los comercios, lo que ha afectado a muchas zonas de la ciudad. Mi experiencia constata que en los barrios populares los comercios han aguantado más gracias a la clientela local, que ha preferido estas zonas para comprar o comer en sus pequeñas escapadas urbanas.
Sin embargo, en el centro ha sucedido lo contrario. Las tiendas de souvenirs y la restauración dirigida a los turistas se han quedado sin clientela. Los comercios cerrados se suceden en la Calle Ferran (una de las más afectadas) o en las callejuelas del Gótico como Banys Nous.
En esa búsqueda de lo local, los comercios emblemáticos del centro de la ciudad también intentan resistir la pandemia (además de la gentrificación) y la idea de hacer una ruta para redescubrir la Barcelona de los comercios emblemáticos es otra de las propuestas interesantes que te animo a hacer.
Las elegantes fachadas El Café de la Opera o de la tienda musical Casa Beethoven en Las Ramblas, la misteriosa tienda de El Rei de la Màgia en el Born o la imprescindible Ganiveteria Roca en la Plaça del Pi son auténticos emblemas de la ciudad para visitar esa Barcelona emprendedora. Puedes consultar el listado de comercios emblemáticos aquí.
Además de emblemáticos, otros son históricos por partida doble. Es el caso de la Granja Viader, una de las chocolaterías más conocidas de la ciudad fundada en 1870. Además de servir populares suizos (el nombre que toma en Barcelona el chocolate caliente con nata) es un lugar muy entrañable porque fue el lugar de nacimiento del Cacaolat, el batido de chocolate que más recuerdos despierta entre generaciones de catalanes. La decoración del local recuerda este hito.
La posible desaparición de esa marca años atrás nos conmocionó y sentimos alivio cuando supimos que seguiría.
La Barcelona emblemática no puede desparecer.
Cuando sucede lo inesperado (y no esperabas nada)
A veces sucede algo que nos sorprende y que no podemos planificar o encontrar en ninguna guía de viaje.
Muchos barceloneses hemos paseado cerca del mar para pasar de forma más amena esas tardes de confinamiento municipal. De la Mar Bella a La Barceloneta, las playas se han llenado de gente para también hacer deporte, tranquilizarse frente al mar o charlar en la arena.
Algo tan simple como esto se puede convertir en un momento único. A finales de enero un candilazo (un atardecer muy rojo) encendió el cielo de la ciudad y todos los que paseábamos por las playas de la Vila Olímpica sacamos el móvil para capturar ese momentazo.
Días después, una breve lluvia dio paso a un arco iris doble que revolucionó ya de por sí la animada playa de La Barceloneta.
Uno de los aprendizajes forzados de la pandemia ha sido el de vivir el momento y esos dos instantes me lo han recordado. Vívelo y disfruta también de las cosas sencillas.