Durante mucho tiempo se extendió por la comarca del Bages un dicho anónimo catalán que decía “Mura, Talamanca i Roquefort, tres pobles de mala mort” (Mura, Talamanca y Rocafort, tres pueblos de mala muerte). Cuando llegas es difícil entender el por qué: los instagramers han revitalizado las calles empedradas de Mura, hay terrazas para tomar el vermú y la Agencia Catalana de Turismo acaba de incluir al castillo de Talamanca como uno de los puntos de la ruta histórica de 1714.
No siempre fue así. Tras años con buenas cosechas de uva, la principal actividad económica de la zona, la filoxera acabó con los viñedos en el siglo XIX y buena parte de la población abandonó la zona. El dicho se extendió y sus habitantes tuvieron que ganarse la vida en ciudades más pujantes con Terrassa o Manresa hasta la reciente llegada del turismo. Su ubicación, cerca del Parque Natural de Sant Llorenç, propició también su renacimiento como pueblo de escapada “con encanto” cerca de Barcelona.
Visitar Mura y Talamanca: pueblos medievales cerca de Barcelona
Mura y Talamanca fueron una de nuestras primeras escapadas tras el confinamiento. De hecho, nuestra idea inicial era visitar el Parque Natural de Sant Llorenç, pero nos fue imposible aparcar y acabamos visitando estos dos pueblos bonitos y floreados que por suerte no estaban tan llenos como el aparcamiento y la carretera de acceso al Parque.
Con esto os quiero decir que para visitarlos conviene planificar bien la hora de salida y tener un poco de paciencia. Pese a que cuentan con aparcamientos gratuitos a la entrada y a la salida, es una zona bastante frecuentada durante los fines de semana y las plazas se suelen llenar. Hay un autobús urbano que conecta entre semana Terrassa y Mura, pero su horario es bastante malo si pensáis pasar una mañana ya que parte a las 11:00 de Terrassa y regresa a las 13:30h y no circula los festivos.
Mura y Talamanca se pueden visitar en un día y os podéis plantear comer en alguno de los restaurantes de comida tradicional catalana que encontraréis por la zona. Personalmente, Talamanca me pareció un pueblo más tranquilo si buscáis un lugar para comer.
Qué ver en Mura: un núcleo urbano medieval bien conservado
De un primer vistazo parece que pocas cosas han cambiado en Mura a lo largo de los años. Su pequeño núcleo de estilo medieval caracolea en buen estado de conservación alrededor de la Iglesia de Sant Martí. Las calles peatonales están empedradas y la postal general destaca por las casas de piedra del mismo color a ambos lados de las callejuelas. Quizás es en Talamanca donde se pueden ver construcciones más antiguas (hay algunas casas de 1715), pero en Mura también encontramos algunos edificios con bastante años sobre el tejado.
Los vecinos suelen adornar con geranios y otras flores los balcones y las plazas del municipio. Encontraréis algunas tiendas de productos gastronómicos y artesanales dirigidas a los turistas, pero está a un nivel bastante aceptable dentro de lo “pintoresco”.
El arco de Mura en el paseo de Cami Antonietti, calles destacadas y el mirador del Ayuntamiento
Una de las calles más bonitas, es el paseo de Camil Antonietti, situado en la parte baja del pueblo y popular por el arco de medio punto que une ambos lados de la calle y que seguramente habéis visto en un montón de fotografías en Instagram. Se trata de una zona ampliada del núcleo urbano original alrededor de la iglesia. En general, os recomiendo recorrer tranquilamente calles como el carrer Nou o el Muntanya para descubrir más rincones tranquilos, aunque también podéis hacerlo siguiendo un itinerario recomendado por el Ayuntamiento.
Uno de los lugares que más me gustó es un pequeño mirador situado en el centro del pueblo, dentro de un coqueto parque con vistas sobre buena parte del mismo y a la iglesia románica de Sant Martí.
Ésta última se encuentra en la zona baja, una de las que más me gustó. Queda bastante cerca del río y de otro de los principales atractivos del pueblos: sus alrededores. Encontraréis un par de hostales, aunque no es un pueblo demasiado grande. En un día lo habéis visto sin apenas despeinaros.
Fuentes, saltos de agua y ermitas en los alrededores de Mura
No nos iremos de Mura sin antes visitar también los saltos de agua y fuentes que hay en los alrededores. La Font de l’Era (Fuente de la Era) es la parada más popular junto a la riera de Nespres. En paralelo a este riachuelo que serpentea por las afueras, encontraréis la Font del Rector, otra parada para refrescaros. De hecho, es una de las rutas que promueve el Ayuntamiento señalizada en color verde como la Ruta de la Riera de Nespres (apta para todos los públicos).
Esta ruta de 5 quilómetros llega hasta el Gorg Pare, un salto de agua de esos que en verano parece gritar “¡Date un chapuzón!”. Otro recorrido que os podéis proponer para bajar la comida es la Ruta de les mil fonts, que recorre durante casi tres kilómetros varias fuentes naturales que hay por la zona (nada demasiado difícil).
Por cierto, en Navidad Mura se llena de cagatiós, una de las tradiciones catalanas más arraigadas y que más asombro suele despertar entre los no catalanes.
Visitar Talamanca: los restos de la batalla de 1714
No os quedéis sólo con Mura. A apenas unos 15 minutos en coche tenéis otro pueblo más que interesante como es Talamanca. También es una pequeño núcleo urbano peatonal con arquitectura de estilo medieval aunque la mayoría de casas (incluso diría que masías urbanas en muchos puntos) son del período XVI-XVII. Es mucho menos conocido y visitado que el primero, pero me pareció incluso más interesante y auténtico. En todo caso, Mura y Talamanca son una buena combinación para una escapada de un día.
Dos son las singularidades de Talamanca: su clara esencia rural gracias a las grandes casas que se conservan, algunas con más de 300 de historia, y el castillo de Talamanca, levantado por la familia del mismo nombre. Desde aquí el Marqués de Poal dirigió la Batalla de Talamanca, la última victoria del ejército catalán durante la Guerra de Sucesión del siglo XVIII.
Qué ver en Talamanca: núcleo urbano rural
El centro de Talamanca se extiende en dos zonas: el núcleo urbano y el castillo, integrado dentro del pueblo. En la zona urbana encontramos un pueblo con calles más anchas que en Talamanca, no tan enroscado y a cierta altitud, lo que permite tener buenas vistas del Parque Natural de Sant Llorenç del Munt y l’Obac e incluso de la montaña de Montserrat desde el castillo.
Las casas reflejan el origen rural del pueblo. Algunos de los lugares que recorremos en Talamanca están estrechamente relacionados con las cosechas, como la Plaça de la Creu (Plaza de la Cruz), el punto más alto donde durante años se batía la era o la bonita y curiosa Plaça dels Saldoners, que fue la antigua pedrera del pueblo con la que se construyeron la mayoría de casas. También es un buen punto para ver la montaña de Montserrat.
Volviendo a las casas, os podéis distraer bastante tratando de encontrar la más antigua del lugar, ya que la mayoría muestra sobre la puerta de entrada la fecha de construcción.
En el pueblo también se conserva la Tina de Ca la Jana, una antigua tina donde se fermentaba la uva, y en el interior de la Iglesia de Santa María el sarcófago gótico de Berenguer de Talamanca, el señor del castillo allá a principios del siglo XIV.
Castillo de Talamanca y mirador del Memorial de 1714
El castillo se encuentra a poca distancia del pueblo y fue el origen del mismo. Del original se se conserva una torre bastante restaurada y algunos muros exteriores alrededor de ésta. Hay otros edificios alrededor de ésta, uno muy grande cuyo nombre es el del castillo y que data del siglo XVIII. En la parte posterior encontramos un monumento memorial a la batalla de 1714 junto a un mirador con unas excelentes vistas sobre la zona que en su día fue un campo de batalla.
Una plataforma ubica en cada lugar las tropas y diversas contiendas durante los dos días que duró la batalla. Actualmente el castillo es de propiedad privada y conviene consultar los horarios de las visitas guiadas que se realizan. Cuando fuimos estaba cerrado y en los últimos meses tampoco se ha abierto al público.
Tras una visita por esas calle más tranquilas e históricas acabé muy satisfecha de esta escapada desde Barcelona a Mura y Talamanca, dos pueblos que me sorprendieron por motivos diferentes, pero que combinados son una más que interesante propuesta cultural en el área metropolitana de Barcelona.
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