En Praga apenas quedan unas pocas muestras visibles de los 41 años de comunismo (1948- 1989 ) e influencia soviética. En el centro, algunas nombre de calles e indicaciones en el transporte público están escritas en checo y ruso.
Pero es difícil borrar la historia y siempre queda algo por rascar.
La Praga comunista
El Museo del Comunismo es un pequeño recinto que recoge una muestra de objetos de la época coleccionados por un estadounidense.
Por lo demás, debemos alejarnos del centro histórico, de sus afiladas torres de aguja y del majestuoso puente de Carlos, para imaginar cómo era la ciudad a finales del siglo XX.
Los checos han preferido borrar de sus vidas el racionalismo socialista. El estilo arquitectónico por excelencia del comunismo es fácilmente reconocible por la sobriedad de edificios grises, funcionales y de rudas líneas rectas.
Los únicos elementos decorativos permitidos que exaltaban la supuesta realidad de los humildes trabajadores. Edificios feos o muy feos, pero muy útiles y funcionales.
Monumento Nacional en Vítkov
Uno de los mejores puntos para descubrir esta Praga oculta está en lo alto del monte Vítkov, en el barrio de Žižkov. Aquí se levanta el Monumento Nacional. O lo que es lo mismo, toneladas de cemento gris y baldosas constructivistas que conmemoran a la caída de los legionarios checoslovacos y el surgimiento de la república en el período previo a la II Guerra Mundial.
Durante la influencia soviética, aquí también se levantó el Monumento al soldado desconocido (se enterró el cuerpo de un soldado anónimo caído en la batalla de Dukla) y la gran escultura ecuestre de Jan Žižka de 9 metros de alto y de 16,5 toneladas de peso, entre otros monumentos.
También destaca como elemento decorativo una gran puerta lateral esculpida para representar soldados y héroes anónimos del país.
Durante años, este fue un lugar de visita para muchos checos cuando tocaba conmemorar la gloria nacional bajo las directrices comunistas. Hoy en cambio, luce un aspecto algo desolado a la intemperie del frío invierno checo.
Para llegar, las mejor opción consiste en tomar los autobuses 133, 175, 207 o 509 y bajarse a la altura de las calle Husitká (basta con mirar a la izquierda para ver el monumento en lo alto del monte).
En esta calle hay varios accesos con escaleras que poco a poco van trepando. Una vez llegamos arriba (no se tardan más de 15 minutos) se observan unas magníficas vistas. Pero volvamos al cemento.
Además de hacerte fotos frente a la gran estatua ecuestre, de miércoles a domingo (consultar horarios) puedes acceder al interior. Cuando fuimos estaba cerrado (era lunes).
Dentro se puede ver La Sala de combatientes caídos, una zona dedicada a combatientes de la 1ª y 2ª Guerra Mundial, cuyas urnas con el suelo de las tumbas comunes se encuentran debajo del piso.
Laboratorio de embalsamamiento
Pero sin duda, la sala más interesante es el laboratorio situado en el sótano y en el que cada noche 70 médicos y cosméticos cuidaban el cuerpo embalsamado del presidente checolovaco Klement Gottwald.
A pesar de los cuidados intensivos, el cuerpo no pudo mantenerse en un estado óptimo y fue finalmente incinerado en 1962. El Mausoleo en su honor está situado sobre el laboratorio.
La sala te puede transportar a ese periodo de guerra fría en el que la ciencia se utilizaba como arma de propaganda contra occidente.
El embalsamamiento es una de las prácticas más conocidas que desarrollaron y popularizaron los rusos. Muchos líderes comunistas se mantienen embalsamados, así que resulta curioso visitar un laboratorio de este tipo.
Vistas de Praga
Tras este viaje a la órbita comunista, sólo nos queda dar una vuelta por los alrededores del Monumento Nacional para disfrutar de unas vistas de 360º de la ciudad de Praga.
En el horizonte destaca la gran torre de televisión de Žižkov. Construida en los años ochenta, es una buena muestra del estilo feo comunista que tanto despreciaban los checos.
Consideraban que la excesiva altura de la torre rompía el skyline de la ciudad, hasta el momento dominado por las torres de agujas del centro. Por cierto, la torre de Žižkov también se puede visitar.
Podemos optar por bajar por el mismo sitio por el que hemos subido o bien bajar por el camino que discurre por la carena de la montaña.
De este modo, dejaremos a nuestras espaldas el Monumento Nacional en Vítkov, o lo que es lo mismo: un pedazo de historia (gris) del país.