Poco más de 2 horas separan la capital eslovaca de Viena, cuna del antiguo imperio austro-húngaro. El último destino de nuestra aventura en Interrail.
En el momento de hacer nuestro viaje, la estación central de Viena se encontraba colapsada ante la llegada masiva de refugiados sirios procedentes de Budapest con destino a Alemania. Afortunadamente, pudimos llegar sin problemas a la capital austríaca.
Crisis de los refugiados en Europa
En la estación nos encontramos a muchos refugiados haciendo largas colas en las taquillas de información para solicitar información sobre el siguiente tren en dirección a Alemania.
La policía les había habilitado una sala de espera con camas supletorias y mantas. Muchos refugiados pululaban por las tiendas de la estación de tren, mirando los precios de productos en los escaparates que no podían comprar.
La situación era excepcional en todos los sentidos y tuvimos la suerte de poder llegar puesto que desde Viena salía nuestro vuelo de regreso a Barcelona. Nos despedimos de la idea de llegar a Budapest por razones obvias.
Primera jornada en Viena
Viena es una ciudad agradable de visitar. El centro histórico se puede recorrer a pie. Sin embargo, para conseguir un buen precio de hotel tuvimos que alojarnos a las afueras de la ciudad, cerca de un recinto ferial. No fue lo más cómodo, pero por precio era lo que nos podíamos permitir.
Catedral de San Esteban
Tras dejar las mochilas en el hotel, comenzamos el recorrido por la ciudad en la Catedral de San Esteban de Viena.
Este edificio religioso destaca por el dibujo en zigzag hecho sobre tejas que recubre todo el tejado.
Los escudos del Imperio austrohúngaro, el escudo de la ciudad y el de la Segunda República también adornan diferentes partes del tejado. La Catedral se encuentra en Stephanplaz, el corazón de Viena.
En esta zona también se pueden ver a muchos trabajadores de agencia vestidos con pelucas, chalecos y camisas de volantes, a imagen y semejanza de Mozart. Ofrecen billetes para asistir conciertos de música clásica con un repertorio adaptado para todos los públicos en distintos palacios e incluso la Ópera de Viena a partir de unos 30€.
Consideramos la idea pero la rechazamos porque el repertorio nos parecía un tanto “para todos los públicos”. ¿Esnobismo? Puede ser, pero lo cierto es que nos quedaba poco presupuesto y el formato nos parecía un poco sacacuartos para turistas.
Palacio de Hofburg
Al final de la calle Kohlmarkt, la calle comercial por excelencia, encontramos al Palacio de Hofburg. La visita nos la había recomendado un cincuentón norteamericano con el que estuvimos conversando en el trayecto en tren nocturno entre Split y Zagreb. “Don’t miss Sissi’s palace”, nos dijo. Y tenía razón.
La visita al Palacio nos encantó. Hay una exposición permanente sobre la vida de Sissí emperatriz que recorre varias estancias del Palacio de Hofburg.
Sissí era una princesa atípica, con más interés por alejarse de la corte palaciega que por asistir los bailes de gala a ritmos de polcas y valses. La entrada incluye una audioguía que te permite seguir la historia y las extravagancias de la Emperatriz
Opera de Viena
La música clásica está en todas partes de la ciudad. Tanto es así, que uno de los edificios más populares es la Opera de Viena.
Allí nos encontramos con un gran número de personas escuchando la retransmisión en directo a través de una pantalla de televisión del concierto que ese momento había en el interior.
Para los seguidores del Concierto de Año Nuevo no puede faltar una visita a la Wiener Philharmoniker.
Acabamos el día recorriendo el Ringstrasse, una gran avenida que delimita el centro histórico y que deja a lado y lado los principales parques y espacios verdes de la ciudad como el Stadpark.