Barcelona está junto al mar y rodeada de pequeñas montañas y cerros. Eso facilita que haya diversos miradores emblemáticos desde donde tener una buena perspectiva de la ciudad con el mar de fondo.
Al oeste, el Tibidabo, el punto más alto de la sierra de Collserola, ha sido tradicionalmente el balcón de la ciudad.
Coronado por el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón y el parque de atracciones de la ciudad, ofrece una amplia perspectiva de Barcelona.
Al sur, la accesible montaña de Montjuïc tiene vistas no menos envidiables justo al lado del mar. Se trata de una zona muy bien comunicada a la que se puede llegar en teleférico, en metro (aunque hay que andar unos 10 minutos) y en funicular.
Ambas zonas son muy populares entre residentes y turistas y bien merecen una visita.
Sin embargo, en los últimos años un nuevo mirador está popularizándose en la ciudad condal: el Turó de la Rovira. Este cerro está situado en la parte alta de una de los barrios más humildes y populares de Barcelona, el Carmel.
Mejor mirador de Barcelona: búnkeres de El Carmel
Durante años, este punto de la ciudad ha permanecido en el olvido pese a su gran legado histórico, muy ligado a dos etapas de la ciudad que poco tienen que ver con el reciente esplendor turístico y olímpico.
En 1937, en plena guerra civil española, las autoridades militares republicanas decidieron instalar unos búnkeres y unas baterías antiaéreas para defender la ciudad de los bombardeos del ejército franquista.
Tras la guerra, emigrantes procedentes de muchos puntos del país llegaron con muy pocos recursos económicos para intentar labrarse un futuro en Barcelona.
Se calcula que 10.000 personas tuvieron que asentarse en improvisadas barracas situadas en diversos puntos de la ciudad, muchas alrededor de la Rovira, en el distrito de Horta.
Las búnkers antiaéreos sirvieron como base para construir el asentamiento “Los Cañones” del Turó de la Rovira.
Sin agua durante un largo período, los 150 vecinos lucharon durante muchos años por mejorar su situación. No fue hasta 1990, poco antes de las Olimpíadas, cuando el Ayuntamiento de Barcelona decidió acabar con el barraquismo en la zona.
Tras años de olvido, este singular mirador está en auge aunque todavía no recibe la afluencia masiva de turistas.
Mucha gente joven del barrio acude al atardecer para pasar la tarde charlando con la ciudad a sus pies. También fotógrafos aficionados y vecinos de esta humilde zona de empinadas cuestas.
Resulta curioso ver a gente disfrutar en este mirador que todavía conserva tanto las baterías que una vez defendieron la ciudad, como parte de lo suelos y ladrillos que sus vecinos construyeron durante la posguerra.
Recientemente, el Ayuntamiento ha finalizado la rehabilitación de la Rovira para contextualizar este singular patrimonio de la ciudad.
Para llegar hay que bajarse en la parada “El Carmel” del metro y subir la calle Conca de Tremp.